Mariampoesiasycanciones...
EL ÚLTIMO SAGRARÍO
Jorge Doré
¡Celebremos el triunfo, hermanos míos,
–rugió la voz–, con una magna fiesta
donde podrá gozarse del derecho
a cualquier perversión, vicio y tendencia!
¡Los pueblos amanecen liberados
de cargos ancestrales de conciencia!
¡Han caído hechos polvo los altares
y nuestra humana dignidad impera!
¡Disfrute el individuo emancipado
de Dios, su voluntad sobre la tierra
saboreando en su copa de lujuria
el preciado licor la inocencia!
Vibra un mundo febril e iluminado
que impugna sus históricas falencias
y aporta al gran futuro planetario
su odio visceral a las fronteras.
Nada queda de los impedimentos
–dogmas, liturgias, cánones y reglas–
que acotando los libres albedríos
retenían al hombre en las cavernas
y hoy –libre de congénitos errores,
sacia éste sus hondas apetencias
con sólidas doctrinas seculares
dignas de un paraíso sin banderas.
Brindemos por el Nuevo Orden que –gracias
a la Razón–, tras una astuta guerra
ha vencido a la cruz intransigente,
retrógrada, en fin… ¡mito y madera!–.
(Al día siguiente, casi abandonado,
a la hora del castigo hecho promesa,
Jesús lloró en el último sagrario
y llovieron del cielo las estrellas).
Jorge Doré
¡Celebremos el triunfo, hermanos míos,
–rugió la voz–, con una magna fiesta
donde podrá gozarse del derecho
a cualquier perversión, vicio y tendencia!
¡Los pueblos amanecen liberados
de cargos ancestrales de conciencia!
¡Han caído hechos polvo los altares
y nuestra humana dignidad impera!
¡Disfrute el individuo emancipado
de Dios, su voluntad sobre la tierra
saboreando en su copa de lujuria
el preciado licor la inocencia!
Vibra un mundo febril e iluminado
que impugna sus históricas falencias
y aporta al gran futuro planetario
su odio visceral a las fronteras.
Nada queda de los impedimentos
–dogmas, liturgias, cánones y reglas–
que acotando los libres albedríos
retenían al hombre en las cavernas
y hoy –libre de congénitos errores,
sacia éste sus hondas apetencias
con sólidas doctrinas seculares
dignas de un paraíso sin banderas.
Brindemos por el Nuevo Orden que –gracias
a la Razón–, tras una astuta guerra
ha vencido a la cruz intransigente,
retrógrada, en fin… ¡mito y madera!–.
(Al día siguiente, casi abandonado,
a la hora del castigo hecho promesa,
Jesús lloró en el último sagrario
y llovieron del cielo las estrellas).
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