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ROMANCE DE LA CRUZ
Félix Arturo Lope de Vega y Carpio
(1562 - 1635)
En tanto que el hoyo cavan
donde la cruz asienten,
en que al Cordero levantan
figurado por la sierpe.
Aquella ropa inconsútil
que de Nazaret ausente
libró la hermosa María
después de su parto alegre
de sus delicadas carnes
quitan con manos aleves
los camareros que tuvo
Cristo al tiempo de su muerte.
No bajan a desnudarle
los espíritus celestes,
sino soldados que luego
sobre su ropa echan suertes.
Quitáronle la corona
y se abrieron tantas fuentes,
que todo el cuerpo divino
cubrió la sangre que vierten.
Al despegarle la ropa
las heridas reverdecen,
pedazos de carne y sangre
salieron de entre los pliegues.
Alma pegada en tus vicios,
si no puedes o no quieres
despegarte tus costumbres,
piensa en esta ropa y puedes.
A la sangrienta cabeza
la dura corona vuelve
que para mayor dolor
le coronaron dos veces.
Asió la soga un soldado
tirando Cristo de suerte,
que donde va por su gusto
quiere que por fuerza llegue.
Dio Cristo en la Cruz de ojos,
arrojado de las gentes,
que primero que la abrace
quieren también que la bese.
¡Que cama os está esperando,
mi Jesús, bien de mis bienes,
para que el cuerpo cansado
siquiera a morir se acueste!
¡Oh que almohadas de rosas
las espinas os prometen!
¡qué corredores dorados
los de esos falsos crueles!
Dormid en ella, mi amor
para que el hombre despierte,
aunque más dura se os haga
que en Belén entre la nieve.
Que en fin, aquella tendría
abrigo de las paredes,
las tocas de vuestra madre
y el heno de aquellos bueyes.
¡Qué vergüenza le daría
al cordero santo al verse,
siendo tan honesto y casto,
desnudo entre tanta gente!.
¡Ay divina madre suya!
si ahora llegáis a verle
en tan miserable estado
¿quién ha de haber que os consuele?
Mirad, reina de los cielos,
si el mismo Señor es este,
cuyas carnes parecían
de azucenas y claveles.
Mas ¡ay madre de piedad!
que sobre la cruz le tienden
para tomar la medida
por donde los clavos entren.
¡Oh terrible desatino!
medir al inmenso quieren;
pero bien cabrá en la cruz
el que cupo en un pesebre.
Ya Jesús está de espaldas,
y tantas penas padece,
que con ser la cruz tan dura
ya por descanso la tiene.
Alma de pérfido mármol,
mientras en tus vicios duermes,
dura cama tiene Cristo:
no te despierte la muerte.
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